Los eventos naturales desencadenados este verano en distintas ciudades del país, como las intensas lluvias, deslizamientos, huaicos e inundaciones, han develado, una vez más, las múltiples falencias de prevención que existen en la región y el país en general.
Por Gabriela Hernández. 03 abril, 2023.Si bien existen instituciones como el Indeci, el Cenepred y el Sinagerd encargadas de la gestión de los riesgos por desastres naturales, desde su prevención, planificación, implementación de estrategias hasta la asistencia posterior, aún falta un trabajo integral, conjunto y multidisciplinario que permitan enfrentar con mayor eficacia eventos relacionados con el recurrente Fenómeno El Niño, como el ciclón Yaku, y otros, para que no terminen en tragedias de enormes proporciones.
La magíster Marina Farías de Reyes, hidróloga, profesora e investigadora de la Universidad de Piura, analiza la situación, propone acciones que involucren directamente a la población y exhorta a que las labores de prevención exhaustiva no dependan de la llegada inminente de un nuevo evento extremo, sino que respondan a las condiciones reales del territorio peruano.
¿Qué reflexiones dejan los eventos naturales ocurridos en las últimas semanas en todo el país?
Los eventos naturales han ocurrido siempre, tenemos la duda de si están haciéndose más frecuentes e intensos. Pero, además, también nosotros estamos saliéndoles al encuentro con mayor vulnerabilidad en nuestras ciudades y ese es un gran problema: construimos donde no se debe, de modo inadecuado y, sobre esto es que debemos actuar.
¿Qué debe tener en cuenta la ciudadanía?
Ahora, hay mucha gente preocupada por prepararse para el anunciado El Niño. La casa, el barrio, la urbanización, los locales institucionales, etc. deberían estar preparados siempre para resistir embates de la naturaleza. Entonces, no esperemos que nos avisen ni el último momento. Esa cultura preventiva que se tiene para los sismos, por ejemplo, debe trasladarse para contar con zonas seguras para vivir, mejores condiciones para afrontar las lluvias y las crecidas de ríos y quebradas.
¿Desde dónde debe partir la gestión de los desastres?
Debería partir de la conciencia, del conocimiento de nuestra vulnerabilidad como país. Por la ubicación que tenemos, en el Círculo de Fuego del Océano Pacífico, estamos propensos a sufrir sismos y, además, de acuerdo con la ubicación del epicentro, estos pueden ocasionar tsunamis. Y, también estamos expuestos a El Niño, que nos puede traer sequías en algunos años e inundaciones en otros. Estos son los principales riesgos a los que estamos sometidos, por lo que la población debe conocerlos y debe enseñarse a los niños desde pequeños, para que crezcan con conciencia de que vivimos en un país que tiene estas amenazas, y no autogenerarse esa vulnerabilidad que hoy vemos en muchos casos.
¿Cómo crear esta conciencia y difusión de información?
En el caso concreto de lo que estamos viviendo ahora, hace falta difusión. Con sorpresa, vemos que la difusión de lo que está pasando no es buena y ni siquiera las autoridades están manejando bien los conceptos; se confunden, que si estamos ante un evento El Niño o no, que si viene en julio o en diciembre o el próximo verano. Entonces, hace falta un componente muy fuerte de educación y comunicación, además de la atención y medidas con las infraestructuras adecuadas.
¿Qué mensajes deben resaltarse para mejorar la información que reciben los ciudadanos?
Hay que invertir en esa comunicación para crear conciencia como país y sacar provecho a las condiciones del territorio. El Niño también tiene aspectos positivos; se puede aprovechar para reforestar, por ejemplo. Se pueden hacer cosas buenas cuando llega el agua, pero cuando la esperamos en el lugar correcto y no donde nos generará desastres. Creo que se ha avanzado en el tema de riesgo sismológico y queda avanzar en esta otra parte, de modo que se interiorice que la prevención comienza desde cada uno, desde casa, conociendo los puntos vulnerables, etc., independientemente de si habrá o no un próximo evento en el verano.
El paso del Yaku, y sus efectos, sucedió poco después de que alcaldes y gobernadores asumieron sus funciones, ¿esta realidad y las lluvias o El Niño, que suelen darse en este periodo, podría sugerir que este cambio de autoridades sea en otra época?
El ciclo del agua gobierna muchas cosas en la naturaleza y cada zona tiene su propio comportamiento. En el Perú, tenemos un ciclo hidrológico que comienza el 1 de setiembre, que es cuando tenemos menos afluencia de agua en los ríos, y termina el 31 de agosto del año siguiente. El pico máximo es durante el verano: enero, febrero y marzo. Las autoridades que asumen en enero se encuentran con dificultades para afrontar este periodo tan pronto empiezan su gestión. Teniendo esta realidad en cuenta, podría proponerse asumir en los meses de invierno.
Dadas las consecuencias de las lluvias intensas y otros eventos, ¿qué aprendizajes deberían tener las autoridades?
Será importante registrar los hechos para generar antecedentes para futuros eventos. Cada evento nos deja lecciones, pero a veces no aprendemos de ellas porque tenemos muy mala memoria: decisiones bien tomadas, otras que sería mejor no repetir, en la emergencia se aprende sobre la marcha y la experiencia puede aportar mucho. Estamos en sequía y nos olvidamos de que, de pronto, podría venir mucha agua o viceversa. Entonces, las instituciones deben conservar esa memoria, manteniendo sus funcionarios técnicos de base y rescatando los aprendizajes que puedan trasladar a sus superiores, que puede ser personal de confianza, esto puede ayudar a optimizar las decisiones que se tomen, porque cuando todos son nuevos, reina el desconocimiento.
Y, los ciudadanos ¿de qué deben ser conscientes?
Se debe tomar conciencia de que lo que estamos viviendo es como un simulacro de lo que podría venir en un año más lluvioso. Lo que tenemos ahora no es un evento extremo como algunos piensan. Lo hemos hecho extremo porque nos hemos vuelto vulnerables en muchas zonas, no nos hemos preparado realmente después de haber presenciado eventos extremos anteriores. Cada ciudadano, cada comunidad debe evaluar su vulnerabilidad y tratar de estar preparado para el próximo verano o los siguientes. Hay que tomar conciencia de nuestro estilo de vida, de construcción y de habitación.